domingo, 30 de diciembre de 2018

Cuando el remedio es peor que la enfermedad.

Tengo que aprender a diferenciar cuando tengo hambre y cuando estoy triste. Porque comer estando triste nunca fue una buena idea. 

En este punto de mi vida siento que todo lo que había enterrado durante años ha revivido con más fuerza que nunca y me grita (literalmente) todas las noches, que no lo hice bien, no lo hago bien, y no lo haré nunca bien. 

No te miento, no sé por que estoy triste. Solo sé que lo estoy, y no es culpa tuya, ni de nadie. Lo estoy, y me duele, y quiero llorar, pero no sé como hacerlo. Solo me siento segura de mí misma en la ducha cuando siento que soy capaz de volver a coger aire sacando la cabeza de debajo del grifo y no dejarme morir con tanta facilidad.

Debería incluir en mi agenda algo que no sea estudiar porque no soy capaz de hacerlo, y me han dicho que esa frustración no me está ayudando nada.

Si fuera egoísta me dejaría desangrar, de forma metafórica (creo), una y otra vez, hasta que mi madre muriese de sobredosis con los antidepresivos porque la única hija que le queda es estúpida.

Pero no lo soy, y ojalá mi madre fuera eterna. Y ojalá no me sintiese como me siento. Porque creo que esto explotará a lo bestia y se va a hacer daño cuando sepa que yo me lo hago a mí misma. 

Ya no puedo salir a correr cuando estoy triste porque todas mis energías se van cuando tiro de la cadena mientras me seco las lágrimas con un antebrazo tatuado encima de la taza del váter. Así entré en bucle. Así es como creo que se está alejando mi felicidad por las tuberías del barrio. 

Todavía estoy buscando alguna manera de autolesionarme sin que mi novio me mire con los mismos ojos de una persona que está a punto de cometer necrofilia cuando me vea desnuda. 

Qué triste que este vaya a ser mi último texto de 2018. Ojalá el primero de 2019 hable sobre cómo el odio recíproco entre la psicología y yo se termina, y hacemos las paces, y duermo, y estudio, y puedo volver a ser yo. 

Pd: Mamá, nunca fuiste una mala madre, y tampoco lo eres ahora. 

lunes, 17 de septiembre de 2018

Casi

A todas las personas que hacen preguntas absurdas para que les cuentes tu vida. 


Miro el móvil una media de 30 veces por minuto. No hay mensajes de nadie. Solo un par de notificaciones de Instagram y tres noticias nuevas de El País. "La ministra de Sanidad, Carmen Montón, a punto de dimitir por las irregularidades de su máster". Mejor no comento. 

Me miro en el espejo de mi habitación mientras bailo twerk, es mi pasatiempo favorito. Suena lo nuevo de 6ix9ine con Anuel Aa. 

Leo las últimas 42 páginas del libro que me compré la semana pasada como si me estuvieran haciendo una sesión de fotos para Tumblr. En una posición favorecedora y con cara de placer. Suena Bon Iver, porque es la música perfecta para leer una novela romántico - dramática. 

Voy a meterme a la ducha, ayer no dormí en casa y no me gusta que el pelo no me huela a mí (manías que tengo desde chiquitita). Pongo el agua a 44ºC y siento, explícitamente, como me arde la piel. Pero no voy a bajar la temperatura, necesito olvidarme por un rato del espectáculo que di anoche y concentrarme en no quemarme ayuda.

Me coloco la toalla a modo de turbante y cojo el móvil: 3 personas han respondido a tu historia. Dos me dan igual, contesto con amabilidad y simpatía, como con ansia de responder a la tercera. Al final solo pongo un corazón azul y un monosílabo. Es de estas veces que te planteas abrir una conversación, pero acabas echándote atrás. 

El otro día compré dos entradas para ir a ver a Kase O por segunda vez, como regalo de Navidad por haber suspendido el examen práctico de conducir. No todo se puede sacar a la primera, y eso lo aplico a todo. Ahora en mi altavoz suena Under the bridge de RHCP. 

Mientras os cuento lo que he hecho esta última semana me estoy repasando las uñas de esa manera tan cutre. Relleno los huequitos de esmalte con ese arte que tenemos las personas a las que nos importa una mierda que nos miren las manos de cerca. 

Por último, deciros que sigo odiando la burocracia, las nuevas medidas de Pablo Casado y la discreción. Me he teñido el pelo de fucsia y me he enamorado tres veces más. Me he propuesto no comer precocinados ni ultraprocesados. Salgo a correr cuando estoy triste y últimamente salgo mucho a correr, pero no me preocupo. La universidad guay, gracias. 

Un beso, o un morreo, depende quién seas. 



Un hábito que está muy bien para meterse en la vida de otro 
y no dar entre asco y lástima es el de la lectura. - Irene X. 

jueves, 30 de agosto de 2018

Paraísos artificiales.

Una goma del pelo, tres libros y el disco de Love of Lesbian sonando. 

Ojalá fuera mentira, pero llevo dos días intentando escribir esto de forma humana y sana. 

El día que no pueda más (como dijo Pereza) voy a dejarte con el mismo dolor de una suicida que sabe que va a quitarse la vida. Hasta entonces voy a vivir contigo hasta la última pizca de vida que te quede dentro de ese cuerpo de porcelana lleno de cenizas. 
Debería acostumbrarme a que a veces se te apague el color de los ojos cuando estás tirado en la cama esperando a que todo esto se pase. A ir de compras sola y llevar mis bolsas. 
Debería acostumbrarme a abrazarte más todos los días que nos vemos, porque cuando no quieres salir de casa te echo de menos hasta puntos insospechables. Y eso no puede ser sano, pero quién dijo que el amor no tuviese una pizca de dolor. 
He pisado un hospital por ti y eso no lo puede gozar cualquiera, para mi es algo más que un polvo. 
Te he llorado casi tanto como a mi hermana y eso tampoco lo puede sentir cualquiera. 
Y pese a todo, sé que quiero quedarme contigo. Con las caricias, las cosquillas, con mis buenos días llenos de malas caras, con la música de tu coche y ese puñao de cosas por las que no te cambiaría por nadie. 

Vuelve septiembre y este año va a ser gordo. Vas a ponerte bien tarde o temprano, esta excusa no te va a durar tanto como para evitar subirte en mi coche a escuchar todos los grupos de indie español que tan poco te gustan. No te vas a librar (de mi). 

Que la vida es solo para quien sabe vivirla.  
Que nunca te he dicho que me gustas más cuando cocinas y cuando friegas todo lo que yo ensucio.
Que mi vida es una enredadera que ha crecido en la pared de tu casa para evitar que entren avispas en tu habitación y atrapar todas las pesadillas que puedas tener. 
Que si escribieras canciones me las tatuaría todas, pero mejor no lo hagas, porque tampoco tengo mucho cuerpo. 
Que estoy deseando que me veas borracha a las cinco de la mañana en cualquier discoteca de Madrid bailando como si al día siguiente no fuera a tener resaca. 
Que te quiero, te quiero como un palestino desea que se termine la guerra. Y quiero verte (a todas horas) ser tú. Y ser yo contigo. 

martes, 3 de abril de 2018

Yo no escribo poesía

Triste (aunque no tanto como Kase O)


Si nunca has visitado a tu hermana en un cementerio, no tienes nada de lo que presumir delante de mí. Madurar es entender que a partir de los 15 años el único polvo que estás dispuesta a quitar con la lengua a cambio de nada, es el de una lápida con dos fechas, un nombre, y dos apellidos que son los mismos que los tuyos.  

La tristeza fueron unas tijeras en 2014 que se llevaron más de treinta centímetros de mi pelo para que mi hermana no se sintiese mal al perder el suyo por culpa de la quimio. Y teñírmelo de negro. Y no volver a ser la misma. Y dejar de ver la vida como una niña de catorce años.

La tristeza somos todos cuando pensamos en lo que pensaría aquel que piensa en nosotros. Pero más triste aún es actuar en función de ello. 

La tristeza es la cuchilla con la que una persona que no sabe por qué vive se autolesiona a modo de escape. Los dedos con los que una bulímica encuentra la calma o el sexo enfermizo de una ninfómana.  

La tristeza es el olvido obligado de aquellos que no quieren seguir recordando quienes son y por qué. Madurar no significa perdonar ¿sabes? Sino asumir las cosas y saber llevarlas sin que te ahoguen como un tsunami. 

La tristeza eran los enfados y gritos que no llevaron nunca a ninguna parte. Los golpes contra el cristal de la ducha mientras lloraba porque las cosas no me encajaban como deberían y todas las cosas por las que hubiese perdido la cabeza.

La tristeza fue la pistola con la que mataron mi inocencia cuando supe que nadie me iba a cuidar mejor que yo misma. La misma pistola que me apunta cada vez que me tumbo en la cama y pienso que no sirvo para nada.

La tristeza es lo que sentí cuando me di cuenta de que el dinero hace feliz a las personas como en el videoclip de Drake. Pero es inevitable que no nos haga felices en un mundo capitalista y consumista como en el que vivimos hoy en día. 

La tristeza son el transbordo en Tres Olivos, coger un bus a Plaza Castilla y que haya tráfico, perder la Renfe y cagarte en tus muertos acto seguido (que no han hecho nada malo y que en paz descansen). 

La tristeza es un hombre llorando en su casa tras una ruptura derramando sus lágrimas por dentro por miedo a parecer frágil. Es inundarte los pulmones de gases tóxicos donde flotan reproches y todas las cosas que no tuviste el valor de decir



La tristeza es lo que tienen los comienzos,
porque comienzo también significa final. 

La tristeza son tantas cosas,
que lo realmente triste es no sentirla.

P A U S A - Izal
.
La tristeza es la parte de mí a la que nunca sabré cómo agradecerle tantas cosas. 

sábado, 24 de marzo de 2018

Nihilismo

No buscaba nada,
en la perdición de los nihilistas
yo no buscaba nada. 

Si acaso una miga de pan
que llevarme escondida a escondidas
a la cama
para después rechazarla.

Entonces,
la suavidad me visitó desprevenida.

Como todas las criaturas que,
sin ser perseguidas,
se manifiestan con esa lentitud con la que un lactante
despega las pestañas
y reconoce el rostro materno
para regresar al sueño
-Irene X-.

Llevaba más de un mes sin escribir, lo siento, he estado escuchando música nueva. Estaba un poco cansada de seguir torturándome con las tres mismas canciones.
No sé si ha sido la lluvia, el mes de marzo o la limpieza de cutis que me hice el otro día pero algo me ha sentado que te cagas. 

He aprendido a hacer hamburguesas veganas antes que a salvar el planeta, vaya.  

Me dan miedo muchas cosas: las motos, los agujeros negros y  ser olvidada.
Me parece vergonzoso que con 18 años o más no seáis conscientes de las injusticias y barbaries que se cometen fuera de vuestro maldito mundo rosa.
La televisión me parece una mierda, como todos los medios de comunicación en general. Hay programas que deberían estar censurados, demasiada competitividad artificial.
Las condiciones de vida de muchos animales en granjas destinadas a la alimentación me provoca ataques de ansiedad y pena, mucha pena. Casi tanta como los exámenes de historia.
Los tíos que te agarran del brazo en las discotecas para bailar sin si quiera dirigirte la palabra antes, como dando por hecho que tienes que bailar con ellos, me dan alergia. Madrid por la noche es un coto de caza para muchos hombres.
Nieva en Madrid en marzo y nadie piensa en el cambio climático porque: "Hala que guay, nieve, ¡vámonos a esquiar!" Nos estamos cargando el planeta pero bueno, qué mas da, si solo es un planeta. 

He perdido el miedo a la nota de corte antes que el miedo a querer en voz alta. 

Conocer a otra persona nunca significó olvidar a la anterior. Simplemente cambiar la mirada. 
Nunca dejaría de creer en el amor por muchas decepciones que me llevara. Creo en él y no me avergüenza decir que para mí es (y ha sido) la cura de muchos males.  Nunca me cansaría de escuchar anécdotas y carcajadas nuevas. Pero nunca lo diré en voz alta.
Hay que dejar de ver las rupturas como el fin del mundo (tiene gracia que esté yo diciendo esto, yo: la reina del drama) y verlas como una oportunidad de volver a empezar de 0. Y si sale mal, borrón y cuenta nueva. Pero vamos a darnos tiempo para que salgan mal. A mi nunca me gustó pisarme mis propios castillos de arena, siempre preferí que fuera otro niño el que lo destruyese. 
En el amor "te quiero" no es un posesivo. Pero vosotros a veces pensáis que sí, por eso no me gusta decirlo en voz alta.
No sé si decirte que me gustas. Que me gustas casi tanto como a ti mi perfume de vainilla. 
Vamos a dejar que pase el tiempo mientras nos mandamos fotos y vídeos por Instagram.
Tengo tiempo para escucharme todas las canciones de la playlist que quieras de spotify.
No tengo hora de llegar a casa así que podemos invertir horas en encontrar la estrella polar por encima de las farolas.
Ya ves, nadie me espera despierto cuando llego a casa, así que puedes contarme lo que quieras que yo te voy a escuchar atenta hasta cuando no te entienda. 
Podemos hacer todo lo que quieras a cámara lenta, así será más divertido. 

Vísteme despacio
que tengo prisa. 

lunes, 12 de febrero de 2018

Gluten free.

Y quizás la ciencia invente una mujer mejor y la ponga en Valencia.
- Día Sexto.

Soy la reina del arrastre, y después de haber rodado por las escaleras de la Riviera puedo decir que lo soy en todos los sentidos. Pero pocas veces me sirve para algo más que para hacer el ridículo. 
No sé si hoy vengo a reivindicar amor o mis décimas en el examen de lengua (eso sí que fue un robo y no lo del Valencia contra el Levante). 
Hoy solo escribo porque como siga estudiando me explota la cabeza.
Realmente envidio más a la gente que es capaz de estudiar más 4 horas seguidas (aprovechadas) que a la gente que mantiene relaciones sexuales durante 2 horas más de 3 veces a la semana. Vamos, ni punto de comparación. 
No sé si hoy estoy más sensible porque me va a bajar la regla o porque he vuelto a perder el bus en Plaza Castilla después de mucho tiempo y, por primera vez, me he reído con nostalgia y sin decir tacos sobre mi inutilidad. 
Es raro pero en dos semanas me he reconciliado con el mundo entero y ya nada me parece tan malo. Por primera vez en meses me he alegrado de cosas de las que nunca pensé que soltaría si quiera una sonrisita. Yo que sé, que rara estoy últimamente que ni me esfuerzo en lanzar indirectas ni mensajes entre líneas por las redes sociales. 

Supongo que en el fondo todos sabemos lo que hay,
y soy tan consciente de que no vas a volver que
he inventado un nuevo tú para contarle todas las cosas que me rondan. 

El problema es que no me habla, solo escucha,
y a mí siempre me gustó oír tu opinión. 

Y ya no me duele no saber de ti porque en el fondo
siempre quise que estuvieras bien,
que lo estuvieras conmigo era secundario.

La tuya no fue la primera vez que me dijeron:
"ojalá volvamos a encontrarnos dentro de un tiempo, cuando todo esté bien"
y eso siempre es mentira. 

Creo en todas las oportunidades que hagan falta
para que nos demos cuenta de que la gente no cambia. 

Yo no he cambiado nada, 
sigo siendo la misma subnormal 
que escribe sus penas en una plataforma digital
compartiéndola en twitter para ver si aparece por la TL de quien quiero que me lea. 

Nunca te gustó la poesía,
pero ojalá supieras que es la mejor manera 
de decir este tipo de ñoñerías.
Y no sonar tan tonta.

martes, 30 de enero de 2018

Como llevar (muy mal, fatal) una ruptura

Penny Lane is in my ears and in my eyes.
There, beneath the blue suburban skies
I sit, and meanwhile back.
In Penny Lane there is a fireman with an hourglass
-The Beatles- 

esta canción no viene a cuento pero cómo me gustan los Beatles. 


Después de hacerme las pruebas de la alergia y comprobar científicamente que soy tolerante a las rupturas amorosas, vengo a deciros todo lo que nadie os diría. Porque son consejos de mierda que posiblemente os arruinen la vida o, en el peor de los casos: os animen a comprar calorías y cosas poco saludables. La salud siempre irá por encima del amor.

He de decir que soy muy mala en esto, yo hago todo lo contrario a lo que dicen los influencers estos que se creen psicólogos expertos, la Cosmopolitan en la sección de "cómo superar una ruptura" y el horóscopo cuando dice "Arréglate porque el Martes 13 encontrarás al nuevo amor de tu vida" (Aunque quizás sí, porque el miércoles 14 empiezo globales y me van a dar duro como nunca nadie). 

Así que hoy vengo a contar todo lo que hago mal, para que seáis personas plenas y corrientes, no como yo. 

1. - Odio borrar fotos (multimedia en general). Además hago copias de seguridad en el ordenador y en un disco duro extraíble en caso de que se me estropease el ordenador (que ya me jodería). Y a mi PLÍN que vengas a decirme que así no voy a pasar página, porque a mi me gusta coleccionarlas y marcarlas con posits. Así que NUNCA me deshago de fotos, vídeos, audios... Lo guardo todo en carpetas cuyos títulos os harían gracia. Me da lástima que las borréis y aconsejéis a otros que lo hagan. De no ser por fotos nunca me habría perdonado ciertas cosas. Las fotos esconden risas, besos, caricias... Caras tristes, recién levantadas o hasta los huevos de cámaras. Las fotos son recuerdos, bonitos, por lo general, y los recuerdos no se tiran. Nunca. 

2. - Tampoco elimino conversaciones de WhatsApp. No veo nada de dolor en ellas, me encanta recrear momentos y me río a carcajadas pensando "Joder, ¿y cómo fui capaz de decirle eso? ¿Y esto otro?". Y es un buen truco para dormirte por las noches, yo me pongo a leer y al final me quedo dormida. Hay mensajes que me he leído tantas veces que podría recitarlos de seguido sin mirar. Mensajes que son palmaditas en la espalda cuando las necesitas. Y da igual que sean de hace 2 años, porque la gente no cambia; y eso lo llevo grabado a fuego. Nunca dejamos de conocernos. Así que archivadlas si no queréis verlas, pero borrarlas sería un error. Porque algún día necesitarás recordarte a ti mismo por qué en su día hubo alguien que te escribió algo tan sincero y tan bonito, tan a corazón abierto. Y eso te ayudará a convencerte de que vales la pena para volver a empezar otra vez. 

3. - En bucle las canciones. Hasta que ya no me quedan lágrimas para llorar. Créeme que he sido capaz de hacer una lista de reproducción con 3 canciones contadas y reproducirlas en bucle durante una tarde entera. Volver por la noche y otra vez, y así hasta que me explotaba la cabeza de nostalgia y pena. Ya os dije que esto es lo que no teníais que hacer. A mi lo de: "Ahora que ya no estamos juntos voy a eliminar todas las canciones que me ponen triste y/o me recuerdan a él/ella" me parece absurdo. No huyas de la tristeza porque tarde o temprano llega, y si no la vives ahora quizás sea dentro de un tiempo cuando ya no tenga sentido y entonces te vuelvas loco, pero loco de verdad. Y esto lo digo yo como experta en hacer las cosas mal, también os lo pueden decir las dos psicólogas (ma ra vi llo sas) por las que he pasado. Así que chicx, explota tu tristeza como una naranja y no te preocupes que al final de tanto exprimir te quedas sin zumo. 

4. - Nunca he sabido no culpabilizarme de todo. Y parece muy mentira visto lo que hay en este blog. Pero el tiempo me ha devuelto las hostias de mi primera ruptura en forma de culpabilidad. En forma de "Ana tía, te pasaste un huevo" o "Si yo fuera él te quemaba la casa" y son cosas que me han dicho sin ningún pudor. Pero lo peor de todo es que, en esta segunda, no me ha hecho falta nada de tiempo. Según pasaron las cosas me sentí culpable de mi propia tristeza. Pero al final las cosas pasan y ni vosotrxs ni yo tenemos poderes ni la máquina del tiempo para arreglarlas. Así que con firmeza os digo que no seáis nunca como yo.  

Hacedme caso, es decir: no lo hagáis. 

Y por último (ya sí que sí). Nunca le digáis a un ex que vuelva, porque vuelven.
Aún así, vuelve, por favor. Te echo de menos hasta puntos estratosféricos.

domingo, 21 de enero de 2018

Luces de bohemia.

Me pasa que a veces me imagino como van a pasar las cosas. Los chicos, por ejemplo, o con la vida en general. Y luego cuando lo pienso me da nostalgia. Porque iban a ser tan bonitas...

Me he enamorado de unos ojos claros que a veces me miraban con miedo, otras con deseo y otras simplemente, me miraban; de unos labios hechos casi a la medida de los míos y un colgante del Ying Yang. Porque todo lo bueno tiene algo malo, y todo lo malo tiene algo bueno. 

Me he enamorado de una forma de caminar concreta, un anillo comprado en Italia y un olor a vela aromática increíblemente maravilloso que se quedaba horas en mis cojines. 

Me he enamorado de esos calcetines de colores que siempre llevaba puestos (esos que no se quitaba ni para *), de las palmeras que dibujaba y de cómo hablaba de su libro favorito. Y yo siempre esperaba que algún día alguien hablase así de mí. Porque cuando algo te gusta demasiado, te cuesta explicarlo y no te salen las palabras exactas, y creo que eso es lo más bonito del mundo. 

Me he enamorado de la pasarela que cruza la A1, del camino desde la parada hasta su puerta y las farolas que se encendían solas por la noche a medida que pasábamos.

Me he enamorado de una televisión en la que pusimos dos películas que resultaron ser una mierda (elegidas por mí), donde vi por primera vez Harry Potter (o al menos lo intenté), la mesa que se tambaleaba con apoyar un dedo y el mapa de España a punto de caerse. Decías que ibas a dejar que se cayese solo, a modo de metáfora, y lo único que se ha caído he sido yo. 

Me he enamorado de una cama que no es la mía, y si eso no es amor, yo ya no sé... De una almohada horrible y del cuerpo al que abrazaba por las noches. 

Me he enamorado de una mente, como dice Poncela en Martín (Hache).. Y hasta de aquella canción que me puso después de ver a Laura Ortega en YouTube, esa que no me gustó y ahora  me sienta como volver a escucharle. 

No sé, me he enamorado de tantísimas cosas suyas que al irse apenas siento algo mío. 
Pienso soplar todas las pestañas que se me han caído de llorarte durante estos días, darle la vuelta a un cigarro y hasta dejar de pisar las grietas del suelo; y todo esto con el fin de que algún día vuelvas tal y como viniste en Mayo. 
Y al fin y al cabo, estamos hechos de recuerdos; así que gracias por no dejar ni uno malo. 



No sé como decirte que lo intento,
que el tiempo es oro pero el oro no puede ser tiempo.
que he visto cientos de universos en tus labios
y ojalá creas en ti casi tanto como yo lo hago.
-Día Sexto-

jueves, 18 de enero de 2018

De mí, para mí.

Llegas,
y te vas
y te vas,
y te 
¿qué das?

Yo nunca sé 
cuándo te marchas,
ni si quiera si te has ido.
- Ane Santiago.

A mí misma, porque solo yo sé lo que quiero oír. 

Me hace mucha gracia cuando hablas con tus amigas de tus problemas amorosos y sueltas frases como: "Es que es la primera vez que me pasa..." o "Tía, nunca me había pasado que..." Pero alma de cántaro ¿Qué te crees? Estás hablando como si tuvieses 30 años, la carrera terminada y un futuro previsible. Y no cariño, no, tienes 18 y un caos inhumano donde hay más niebla que litros de agua tiene el Amazonas. 

Y tranquila, tu problema no es ver demasiados problemas e injusticias; problema sería que no los vieras, o que te callases. Yo sé que quieres que todo te salga bien, que te escriban de vez en cuando, que te saquen a bailar y encima dormir 8 horas por la noche.

No Ana no, las cosas no van a ser siempre como tú quieres.

Aunque yo sé que esta vez algo de razón tienes. Porque nada de lo que pretendías está saliendo como quieres y eso te duele, al igual que le dolería a cualquier persona.
Y estás cansada, cansada de tener que ser tu propio apoyo por miedo a apoyarte en un barco y que éste se hunda por culpa de tu peso. Y fíjate si le has cogido cariño al barco que no solo no te apoyas en él, sino que encima le empujas para que poco a poco llegue a tierra firme. 
También te duele tener que ser tú misma quien se de palmaditas en la espalda cuando haces las cosas bien, porque ya nadie te dice que lo estás haciendo de puta madre. Entiendo que a veces te cueste asumir que ya nadie (a parte de tus padres) te diga lo orgullosx que está de ti.
Tienes una espina clavada en esa zona de la espalda donde tú misma no llegas a sacártela, pero nadie se esfuerza en quitártela y pica. Aunque llevas ya unas semanas con ella y parece que te has acostumbrado, ya ni la notas.

Aguanta, no sé si por amor o por cabezota (que es lo que siempre has sido), pero aguanta. 

Eres capaz de darte todo el amor que necesitas, de escribirte cosas tan terapéuticas como esta y de estudiarte toda la sintaxis en 15 minutos (así ha pasado que la has dejado en blanco en el examen). 

Nunca has tenido ningún problema para hacer todas las cosas que querías hacer en pareja sola, no se qué te ocurre.

Es igual, cómprate un helado de Stracciatella hipercalórico, ponte The Good Wife y cuando estés aburrida de engordar y de Alicia Florrick; arréglate, ponte guapa y vete de fiesta. 

Sé que no es el mejor consejo, pero es el que quieres oír.