jueves, 30 de agosto de 2018

Paraísos artificiales.

Una goma del pelo, tres libros y el disco de Love of Lesbian sonando. 

Ojalá fuera mentira, pero llevo dos días intentando escribir esto de forma humana y sana. 

El día que no pueda más (como dijo Pereza) voy a dejarte con el mismo dolor de una suicida que sabe que va a quitarse la vida. Hasta entonces voy a vivir contigo hasta la última pizca de vida que te quede dentro de ese cuerpo de porcelana lleno de cenizas. 
Debería acostumbrarme a que a veces se te apague el color de los ojos cuando estás tirado en la cama esperando a que todo esto se pase. A ir de compras sola y llevar mis bolsas. 
Debería acostumbrarme a abrazarte más todos los días que nos vemos, porque cuando no quieres salir de casa te echo de menos hasta puntos insospechables. Y eso no puede ser sano, pero quién dijo que el amor no tuviese una pizca de dolor. 
He pisado un hospital por ti y eso no lo puede gozar cualquiera, para mi es algo más que un polvo. 
Te he llorado casi tanto como a mi hermana y eso tampoco lo puede sentir cualquiera. 
Y pese a todo, sé que quiero quedarme contigo. Con las caricias, las cosquillas, con mis buenos días llenos de malas caras, con la música de tu coche y ese puñao de cosas por las que no te cambiaría por nadie. 

Vuelve septiembre y este año va a ser gordo. Vas a ponerte bien tarde o temprano, esta excusa no te va a durar tanto como para evitar subirte en mi coche a escuchar todos los grupos de indie español que tan poco te gustan. No te vas a librar (de mi). 

Que la vida es solo para quien sabe vivirla.  
Que nunca te he dicho que me gustas más cuando cocinas y cuando friegas todo lo que yo ensucio.
Que mi vida es una enredadera que ha crecido en la pared de tu casa para evitar que entren avispas en tu habitación y atrapar todas las pesadillas que puedas tener. 
Que si escribieras canciones me las tatuaría todas, pero mejor no lo hagas, porque tampoco tengo mucho cuerpo. 
Que estoy deseando que me veas borracha a las cinco de la mañana en cualquier discoteca de Madrid bailando como si al día siguiente no fuera a tener resaca. 
Que te quiero, te quiero como un palestino desea que se termine la guerra. Y quiero verte (a todas horas) ser tú. Y ser yo contigo.