martes, 3 de abril de 2018

Yo no escribo poesía

Triste (aunque no tanto como Kase O)


Si nunca has visitado a tu hermana en un cementerio, no tienes nada de lo que presumir delante de mí. Madurar es entender que a partir de los 15 años el único polvo que estás dispuesta a quitar con la lengua a cambio de nada, es el de una lápida con dos fechas, un nombre, y dos apellidos que son los mismos que los tuyos.  

La tristeza fueron unas tijeras en 2014 que se llevaron más de treinta centímetros de mi pelo para que mi hermana no se sintiese mal al perder el suyo por culpa de la quimio. Y teñírmelo de negro. Y no volver a ser la misma. Y dejar de ver la vida como una niña de catorce años.

La tristeza somos todos cuando pensamos en lo que pensaría aquel que piensa en nosotros. Pero más triste aún es actuar en función de ello. 

La tristeza es la cuchilla con la que una persona que no sabe por qué vive se autolesiona a modo de escape. Los dedos con los que una bulímica encuentra la calma o el sexo enfermizo de una ninfómana.  

La tristeza es el olvido obligado de aquellos que no quieren seguir recordando quienes son y por qué. Madurar no significa perdonar ¿sabes? Sino asumir las cosas y saber llevarlas sin que te ahoguen como un tsunami. 

La tristeza eran los enfados y gritos que no llevaron nunca a ninguna parte. Los golpes contra el cristal de la ducha mientras lloraba porque las cosas no me encajaban como deberían y todas las cosas por las que hubiese perdido la cabeza.

La tristeza fue la pistola con la que mataron mi inocencia cuando supe que nadie me iba a cuidar mejor que yo misma. La misma pistola que me apunta cada vez que me tumbo en la cama y pienso que no sirvo para nada.

La tristeza es lo que sentí cuando me di cuenta de que el dinero hace feliz a las personas como en el videoclip de Drake. Pero es inevitable que no nos haga felices en un mundo capitalista y consumista como en el que vivimos hoy en día. 

La tristeza son el transbordo en Tres Olivos, coger un bus a Plaza Castilla y que haya tráfico, perder la Renfe y cagarte en tus muertos acto seguido (que no han hecho nada malo y que en paz descansen). 

La tristeza es un hombre llorando en su casa tras una ruptura derramando sus lágrimas por dentro por miedo a parecer frágil. Es inundarte los pulmones de gases tóxicos donde flotan reproches y todas las cosas que no tuviste el valor de decir



La tristeza es lo que tienen los comienzos,
porque comienzo también significa final. 

La tristeza son tantas cosas,
que lo realmente triste es no sentirla.

P A U S A - Izal
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La tristeza es la parte de mí a la que nunca sabré cómo agradecerle tantas cosas.