sábado, 24 de marzo de 2018

Nihilismo

No buscaba nada,
en la perdición de los nihilistas
yo no buscaba nada. 

Si acaso una miga de pan
que llevarme escondida a escondidas
a la cama
para después rechazarla.

Entonces,
la suavidad me visitó desprevenida.

Como todas las criaturas que,
sin ser perseguidas,
se manifiestan con esa lentitud con la que un lactante
despega las pestañas
y reconoce el rostro materno
para regresar al sueño
-Irene X-.

Llevaba más de un mes sin escribir, lo siento, he estado escuchando música nueva. Estaba un poco cansada de seguir torturándome con las tres mismas canciones.
No sé si ha sido la lluvia, el mes de marzo o la limpieza de cutis que me hice el otro día pero algo me ha sentado que te cagas. 

He aprendido a hacer hamburguesas veganas antes que a salvar el planeta, vaya.  

Me dan miedo muchas cosas: las motos, los agujeros negros y  ser olvidada.
Me parece vergonzoso que con 18 años o más no seáis conscientes de las injusticias y barbaries que se cometen fuera de vuestro maldito mundo rosa.
La televisión me parece una mierda, como todos los medios de comunicación en general. Hay programas que deberían estar censurados, demasiada competitividad artificial.
Las condiciones de vida de muchos animales en granjas destinadas a la alimentación me provoca ataques de ansiedad y pena, mucha pena. Casi tanta como los exámenes de historia.
Los tíos que te agarran del brazo en las discotecas para bailar sin si quiera dirigirte la palabra antes, como dando por hecho que tienes que bailar con ellos, me dan alergia. Madrid por la noche es un coto de caza para muchos hombres.
Nieva en Madrid en marzo y nadie piensa en el cambio climático porque: "Hala que guay, nieve, ¡vámonos a esquiar!" Nos estamos cargando el planeta pero bueno, qué mas da, si solo es un planeta. 

He perdido el miedo a la nota de corte antes que el miedo a querer en voz alta. 

Conocer a otra persona nunca significó olvidar a la anterior. Simplemente cambiar la mirada. 
Nunca dejaría de creer en el amor por muchas decepciones que me llevara. Creo en él y no me avergüenza decir que para mí es (y ha sido) la cura de muchos males.  Nunca me cansaría de escuchar anécdotas y carcajadas nuevas. Pero nunca lo diré en voz alta.
Hay que dejar de ver las rupturas como el fin del mundo (tiene gracia que esté yo diciendo esto, yo: la reina del drama) y verlas como una oportunidad de volver a empezar de 0. Y si sale mal, borrón y cuenta nueva. Pero vamos a darnos tiempo para que salgan mal. A mi nunca me gustó pisarme mis propios castillos de arena, siempre preferí que fuera otro niño el que lo destruyese. 
En el amor "te quiero" no es un posesivo. Pero vosotros a veces pensáis que sí, por eso no me gusta decirlo en voz alta.
No sé si decirte que me gustas. Que me gustas casi tanto como a ti mi perfume de vainilla. 
Vamos a dejar que pase el tiempo mientras nos mandamos fotos y vídeos por Instagram.
Tengo tiempo para escucharme todas las canciones de la playlist que quieras de spotify.
No tengo hora de llegar a casa así que podemos invertir horas en encontrar la estrella polar por encima de las farolas.
Ya ves, nadie me espera despierto cuando llego a casa, así que puedes contarme lo que quieras que yo te voy a escuchar atenta hasta cuando no te entienda. 
Podemos hacer todo lo que quieras a cámara lenta, así será más divertido. 

Vísteme despacio
que tengo prisa. 

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