miércoles, 27 de julio de 2016

LUCKY STRIKE.

Los deseos se piden a la cara. 

Querida tripulación, ¿cuántas veces digo eso de que los deseos no se cumplen si no se piden a la cara? 
Dejad de soplar las malditas velas de vuestro cumpleaños pensando en alguien o algo, 
id a por él/ella o ello. 
Me da pena ver como creéis en la suerte de las cuatro hojas de un trébol, como os consoláis pensando que tras pisar una mierda algo bueno os sucederá, como os hacéis ilusiones cuando os ponéis una prenda de ropa al revés o cómo sopláis dientes de león con los ojos cerrados. 
Qué culpa tendrán los gatos negros, las grietas del suelo o un pobre salero tumbado.
La suerte, ya sea buena o mala, la llevamos dentro de cada uno de nosotros y no nos damos cuenta. 
El problema es que nosotros mismos no somos capaces de notarlo.
Por eso solo nos sentimos afortunados si estamos con alguien o conseguimos algo, porque es entonces cuando somos capaces de reflejarla.
¿Por qué somos tan idiotas de necesitar que nos pase algo fuera de lo normal para creer o no en ella? 
Una pena que mi suerte solo la vieras tú; 
pero más pena me da aún que yo solo haya podido ver la mía en tí. 
Te pedí mil deseos a la cara.
Que te quedaras,
y no sabes cuánto me dolió que mi suerte no pudiera cumplirlo.
No nos culpo, ni a nuestra suerte; suficiente tuvimos. 
Tengo deseos a medias. 
Y viajes por hacer.
Un par de cartas.
Y restos de nostalgia.

Todo este tiempo en Francia me ha servido para observar y mirar. 
He visto como algunos de mis compañeros hablaban de su suerte, 
y su suerte no son más que personas. 
Les he visto reencontrarse en la estación de tren como si llevasen infinitud de tiempo esperando, cargar con maletas dirección Lyon con billetes comprados el día anterior o hincharse a chupitos en un bar cualquiera con todos los demás gritando alrededor.
Sin duda he visto todo tipo de amores, desde personas de una misma clase hasta vivir una en Italia y el otro en Chile. 
Para mí eso es tener buena suerte, pero no buena suerte de encontrar dinero por la calle ni soplar pestañas, que va;
hablo de la buena suerte de verdad. 
Y eso, eso sí que es difícil de encontrar.

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