De mí misma.
He de confesar que me he vuelto a enamorar,
de mí misma.
De cómo me gusta mirarme en los escaparates y llevar las faldas cortas sin miedo al viento.
De cómo me quedan los tacones y el pintalabios oscuro.
De mi impuntualidad.
De la rabia que me da no encontrar lo que busco.
De la manera en la que quiero a la gente que me importa.
De todos los centímetros que me faltan en las piernas y los que me sobran entre las costillas y las caderas para ser modelo.
De lo extrovertida que soy cuando quiero conocer a gente nueva.
Del miedo inmenso que tengo a los insectos y del asco que me dan.
De mis chillidos impredecibles cuando algo me asusta o me sorprende.
Del volumen de mis carcajadas.
De mis muchos motes que hacen referencia a mi lugar de nacimiento, del que también estoy enamorada (aunque no sepa nada de él).
De como me gusta ir a las librerías a oler libros, a pasar el rato.
De lo indecisa que soy a veces.
Del postureo que llevo en las venas a todas partes.
De esa manía que tengo de combinar hasta la ropa interior con los zapatos.
De esta forma tan mía que tengo de escribir(te).
De mi manera de apreciar e interpretar el arte, que igual no es la normal ni la correcta, pero es mía.
De la música que escucho que, por lo general, no gusta a nadie.
De como suelo decir que no soy hija única, porque soy de las que piensan que el ser no implica estar.
El enamoramiento es una pasión, no un sentimiento, y como tal es temporal.
Me he enamorado de muchísimas de mis facetas durante estas últimas semanas;
Y me he odiado también por algunas de ellas.
Esta vez he escrito sobre mí y para mí.
Escribirse es reinventarse.
Y lo hago,
lo hago porque un día alguien me dijo que
si echas de menos a alguien significa que formó parte de tí, y lo que echas de menos no es a ese alguien sino esa parte de tí que se formó a su lado.
Por eso me escribo, para reinventarme
pero esta vez, sin tí.
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