miércoles, 17 de agosto de 2016

Darse a la fuga.

Historias de carretera. 

De repente te vas, 
coges manta y carretera. 
Y juras que no vas a volver. 

No entiendes por qué estas ganas tan repentinas de dejarlo todo y largarte,
ya no te importa ni lo tuyo,
así que imagínate lo de los demás. 

Te das cuenta de que el ser humano es egoísta,
y quieres alejarte para no tener que cuidar a nadie. 
Buena elección. 

Ya no sabes ni a quién echar de menos
porque nadie hace notar su ausencia.
Y qué triste es eso. 

Haces parada en alguna que otra gasolinera
pero siempre son todas iguales, 
ninguna tiene teléfono para llamar a casa.

Me he reído de los intermitentes de un coche,
he viajado en el maletero de un coche
mientras canto, o mejor dicho, grito.

Me he pasado más de tres pueblos, 
igual ya van ocho,
pero qué más da. 

Y
ya lo tengo claro:
Ya no quiero volver a casa,
le puse un nombre equivocado a tu pecho.
Aquello a lo que yo llamaba almohada
acabó siendo insomnio.

Tampoco quiero 
que tu quieras
volver.

Quiero que cojas el coche y te largues
a un sitio mejor, 
o peor, 
pero vete. 

Quiero huir de aquí,
estoy en un intento de fuga para reconstruirme
o destruirme del todo 
pero
lejos
muy lejos de todo.

Y si algún día alguien olvida por qué me fui,
decidles que fue por su culpa, 
por ser así de monótonos. 
Por no ver más allá de lo que otros ya han visto
y no querer explorar. 
Porque llamáis nuevo a lo que es casi una antigüedad.
No sabéis lo que es el vértigo ni la velocidad. 
Lo bonito que se ve todo desde arriba.  


Ya me cansé, 
de los prototipos y todo lo que se supone que es lo normal.
y dudo que deje de estar cansada.

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