miércoles, 7 de diciembre de 2016

Take a risk.

Suéltate el pelo.

A veces viene bien, de verdad.

Os lo dice la persona que tiene el papel de mami en su grupo de amigas, la que cumple a diario su lista de cosas por hacer y llora cuando cree que ha fallado a los demás antes de pararse a pensar si se ha fallado a sí misma.

Soltarse el pelo es algo así como conducir por primera vez, sin carnet. Tuve la misma sensación al entrar en jefatura de estudios para solicitar un cambio que al sentarme el en asiento del conductor y agarrar el volante.
Hablaba con rodeos, creo que antes de decir que me quería cambiar, expuse una lista de motivos que había casi memorizado hacía varios días. Entonces sueltas poco a poco el embrague, y vas pisando con más fuerza el acelerador. Entre medias tienes el freno localizado, por si acaso.
Y cuando me decidí a ir a grano, me sorprendieron la aceptación y naturalidad. Claro que al principio a penas pasas de los quince kilómetros por hora. Vas en línea recta y por el carril del aparcamiento.
En ese momento me solté un poco, la voz dejó de temblarme y respiré un poco más hondo. Me transmitió mucha confianza el hecho de poder seguir adelante con mi propuesta. Un horario nuevo y una clase nueva. Coges confianza y te lanzas al carril de la derecha. Cruzas un paso de peatones y sigues.
Solo tuve que especificar que me presentaría a las recuperaciones de aquellas asignaturas que me variaban. Corro el riesgo de que se me haga muy pesado, de que no me vaya tan bien como espero. La policía puede aparecer en cualquier momento y pedirte  el carnet de conducir que no tienes, o puedes incluso tener un pequeño accidente.
Pero tengo tantas ganas y estoy tan contenta, que estoy casi segura de que podré. Vale, una vez le has cogido el tranquillo: para. No esperes lanzarte a la rotonda el primer día, ni el segundo, ni el tercero... Las cosas requieren su tiempo. Pero te has quedado con las ganas de pisar un poquito más fuerte, y de girar el volante; pero aún es pronto.
Creo que crecemos a medida que aprendemos a tomar decisiones. No es nada fácil tomar una decisión por ti misma; no fardo de valentía. Nunca soy capaz de no escuchar los comentarios de la gente que me rodea; así que las escuché. Las primeras veces nos viene bien tener alguien al lado que nos diga cómo y cuando debemos pisar cada pedal, te ayuda a sentirte más segura.
Pero como siempre, la última palabra la tienes tú. Y yo la tenía bastante clara desde el primer instante que se me pasó por la cabeza. Ahora tú decides cuando pisar el embrague y el freno, sin que se te cale el coche.

Adelante, hace un invierno precioso para soltarse el pelo.

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