lunes, 3 de octubre de 2016

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Todos queremos ser la brújula de alguien, pero no nos damos cuenta de que hay brújulas que han perdido el norte. Tan absurdo e inútil como un ancla sin cadena. Deberíamos buscar el norte, y con él, convertirnos en brújula.
Porque jugamos a ser mayores y se nos está yendo de las manos. Tanto que no sabemos qué somos, de qué estamos hechos. Somos una mezcla de infancia, adolescencia y un poco de juventud. Un saco enorme de hormonas e inestabilidades.
No tenemos las cosas claras, desconfiamos hasta del tiempo atmosférico. Cambiamos mil veces de opinión y nos ilusionamos fácilmente. Nos movemos por impulsos. A veces estamos tristes, y otras somos la alegría de la huerta.
No hay nada bueno, tampoco malo.
No hay forma de encontrarse a sí mismo en medio de este mar.

A veces me siento perdida, me veo como una pérdida para aquel que me encuentre. Si algo aprendí de todo esto es que no he vuelto a ser la misma.
A veces lo echo de menos, por que hay hechos que ya no veo, ni siento, ni tengo. Si pudiese volver al pasado, no rectificaría ni las peleas, ni los gritos, ni los reproches; Tampoco los regalos, los besos, ni los abrazos de despedida.
A veces me considero una persona egoísta, pero más tarde me doy cuenta de que el ego no desapareció, ni lo hará nunca.
A veces te pienso, y otras escribo. Nunca fui partidaria de los versos tristes y la melancolía pero, repito, no he vuelto a ser la misma.
A veces me arrepiento de haber empezado esto, otras de terminarlo.

He oído hablar a las sirenas (pero no a las de Ariel en Walt Disney, sino a las verdaderas sirenas del mito de Ulises). Entre ellas comentan que nos quisimos bien solo un tiempo, que el resto fue ficción. Que discutíamos demasiado y que nos engañamos. Pero peor es aún cuando se callan información para darle un mínimo de misterio a sus vidas. Pero qué van a hacer si nunca han salido del mar, ni podrán hacerlo. Las compadezco, el mar cada día tiene más mierda y tarda siglos en descomponerla.

Debí abrazarte más fuerte la última vez que nos vimos. Y escribirte un mensaje que dijese que no me entendiste bien, yo quería que te fueras lejos, pero conmigo. Pero a lo hecho pecho, y si alguna vez se me pasó por la mente fue porque también me expuse a las consecuencias. Intenté no hundirme, no quise navegar hacia delante hasta pasadas semanas. Ahora ya estoy lejos, y tú también. No niego mi falsa alegría de que te vaya bien pero es cosa de la educación, no de falsedad.

Empezamos octubre con muchas alegrías, muchos proyectos en mente, reformas, alguna que otra parada en tierra firme; pero las sorpresas nunca faltan a bordo. 
Ya estaréis acostumbrados. 
Pero yo sigo sin saber encajarlas como es debido. 
Fallo técnico típico en mí. 



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