martes, 1 de noviembre de 2016

Persuasión controlada.

Habrá días.

Habrá días en los que seré mi yo contigo. Y otros en los que seré mi yo sin ti. Pero siempre habrá días en los que podamos ser nosotros.
Los días nos persiguen y nos meten prisa. Cada día que pasa es un día menos de vida. No nos damos cuenta de que nunca seremos tan jóvenes como lo somos ahora mismo, en este mismo instante. Es por eso que soy partidaria de los errores, de los enfados, de las malas caras... De los besos, los abrazos, y las risas. De querer abandonar a veces. De darlo todo cuando hay ganas. De los cambios de opinión y la indecisión. De la poca vergüenza y las copas de más. Soy partidaria de que cada uno viva su vida como le dé la real gana. Ni tú eres yo, ni yo soy vosotros, ni ellos son ella.
Nadie tiene derecho a decirle a nadie lo que está bien o está mal. Ni mucho menos decirles lo que tienen que hacer. Y así se aprende; aprendes a tomar decisiones cuando las tienes que tomar sin apoyo alguno.
Que sí, que yo les hago saber mi vida a las personas cercanas, Pero nunca hago caso de lo que me dicen, y eso se me da como a nadie. Porque nadie es quien para juzgarme, ni para decirme que lo que estoy haciendo está mal, y muchísimo menos para decirme si es o no es bueno para mí. No tenéis ni puta idea de nada. Os encanta hablar sobre lo que no sabéis precisamente porque así tenéis la oportunidad de inventar detalles.
No me enorgullece decir que vivo con miedo de mis propias palabras. Que las palabras son el arma más dañino del mundo, y también la solución a todo. Las palabras se convierten en balas si no sabemos usarlas, si no pensamos lo suficiente. Aunque me duela decirlo escribirlo, a día de hoy no podría decirle a nadie lo que realmente quiero decirle al mundo. Y por eso escribo, a modo de válvula de seguridad en una olla exprés.

Siempre me han dicho que algo es mejor que nada. Que un tres en un examen siempre será mejor que un cero. Aunque ambos sean suspensos, no nos engañemos.
Me he esforzado tanto en no tocar el cero, que solo por eso me merezco un diez. En todos los ámbitos. Si tengo algo envidiable es la persuasión y aguante. Quien la sigue la consigue.

A día de hoy nadie apuesta por mí. Veréis, tengo tantos motivos para olvidarme de todo y abandonar, que el amor propio es lo único que me mantiene. Y en días como hoy, ni eso. Suele pasarnos, a los adolescentes digo. Hay días que nos comemos el mundo y otros en los que el mundo nos come a nosotros.
Tengo guardados más de mil momentos que no son dignos de perder. He revivido algunos con la misma sensación que un preso al que le dejan ver a sus familiares una vez a la semana.
Vivan las noches de borrachera en casa, pijama prestado y largas conversaciones hasta que el Sol está a punto de salir. Las buenas noches dadas, y no dichas. Pero quién tiene los huevos de salir de esa cama al día siguiente, abrir la puerta y hacer como si nada.

Guardo cada palabra, cada risa, cada copa, todo.
Porque si es lo único que me queda,
pienso conservarlo
siempre,
conmigo.

Puede que no esté bien visto, ni si quiera aprobado.
Igual nos quedamos en el cinco, o en el cuatro.
Pero quien diga que me estás haciendo daño
no tiene ni idea de lo que es despertarse a tu lado.
Y que sí,
la situación ha cambiado.
Y sí, habrá días buenos, y días malos.
Días en los que vivo por revivir momentos
que traen tanta vida
que sin ellos yo no sería.


Tengo ganas de volver, o de que vuelvas, 
pero no puedo tirarlo todo por la borda
y hacerte un hueco.
Ni creo que tú estés preparado
para volver  navegar en mi barco.

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